domingo, 1 de marzo de 2009

VIII

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                                                        a Alberto Caeiro


Harto, en fin, de cosas mundanas.

Hasta los colores y las notas,

los cantos y las voces y los últimos cuerpos.

Las caras hipócritas de los artistas modernos;

y no es que sea el único, pero tengo la clave del poeta.

Está tan lejos de todo que profundamente adentro,

y es de colores fuera de todo espectro luminoso.

Está en los detalles subyacentes y cimientes

 

(quizás el Espíritu pero no exactamente el  Espíritu)

 

                        DEL ARTE…

En los puntos sobre las íes,

los trazos invisibles a primera vista,

los puntos rotos en lienzos viejos

y las notas equivocadas cuya errata

dota a la música de un alma libre y fugaz.

 

No está en el cielo, los árboles o la tierra,

ni en sus raíces ni fundamentos,

sino en los detalles que los significan,

que nos significan en ellos.

 

El Poeta es errático y afortunado

como el vuelo de la libélula

que gira en el aire, se aparea con su sombra

y encuentra un fin caótico

estampada en un parabrisas.

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