domingo, 13 de julio de 2008

XXVI





El avión se fue.
Mis pies se quedaron en la tierra.
Mi espíritu voló al lado contrario.
Estuve mirando al cielo,
hasta que vi un avión pequeño,
a lo lejos.

No sé si era mi avión,
el que debí tomar.

Quizás mi hogar,
donde ése avión me llevaría,
sería otro hogar,
otro destino,
otro lugar
que el lugar del mismo nombre
a donde me llevará el próximo avión.

Las ciudades y los hogares
(igual que los hombres)
caducan minuto a minuto.

XXIV



última noche en este lugar
o en otro.
como si fuera la última noche de todas.
conozco las alabanzas.
sé cómo nacemos
y cómo nos perdemos.

los latidos
se renuevan en la piel
como un síntoma.
quisiera ser más entendido
en estas cosas:
los finales.
los principios.

toda la historia es este momento,
y transurre debajo de una cava húmeda.

XXIII





el músico del Barrio Gótico

quiero tener en las manos la melancolía de un copo vacío,
de una nota que rebota en las paredes de un callejón solitario
y llega a los oídos de nadie, enredada entre las sombras de la noche.
soy el último paso de los años que se arrastra oscuro por las paredes,
el insomnio y el fervor de todas las preguntas sin respuesta.
voy buscando las grietas en la piedra cuando camino
y abrumo las luces que se apagan detrás de las esquinas.
me gusta compararme con el paso de los años por la piedra,
o compararme con el paso dela noche por los hombres.
sé que un acorde es la razón del cobre para perder su brillo,
que los versos, igual que el hierro, se doblan con fuego y martillo
y se afilan con tristeza en noches de luna y gargantas menguantes.