domingo, 27 de enero de 2008

¡Boris Mier-Damián Muere!


Escena Única

Perhaps my best years are gone. When there was
a chance of happiness. But I wouldn’t want them
back. Not with the fire in me now. No, I wouldn’t
want them back.
Samuel Beckett, Krapp’s Last Tape

Oscuro. Se escucha un ronquido profundo y calmado. Poco a poco el ronquido empieza a hacerse más brusco hasta que se escucha un gemido, y, a continuación, una respiración agitada. Comienza una grabación con las risas del público de un auditorio. Debe dar la impresión de que la calidad de la grabación está degradada por el tiempo. El escenario se ilumina muy tenuemente. Las risas continúan. Oscuro abrupto. Las risas se detienen. Una vez más se escucha el ronquido calmado, y una vez más se turba hasta un gemido que deviene una respiración agitada. Comienza una grabación, cuya calidad ha sido igualmente degradada por el tiempo, con una exclamación de asombro seguida de una ovación frenética de parte del público de un auditorio. El escenario se ilumina tenuemente. La ovación continúa. Oscuro abrupto. La ovación se detiene. Una vez más sucede la secuencia del ronquido que termina con la respiración agitada. Comienza una grabación con la misma calidad degradad de las anteriores, esta vez con un abucheo de parte del público de un auditorio. El escenario se ilumina tenuemente. Entre los abucheos aparece, caminando desde el proscenio hacia el escenario, Boris Mier-Damián. El escenario está vacío, excepto por una vieja silla a la mitad. Boris Mier-Damián es un hombre viejo que camina con dificultad. Lleva en la mano un bastón que rara vez apoya en el piso. Sobre su cabeza hay un gorro. Usa lentes oscuros, como de funeral. Llega a la mitad del escenario, pero no se sienta en la silla. En vez de eso la mira como con desconfianza, la mueve con el bastón y finalmente se queda parado a su lado. El abucheo baja de volumen poco a poco. Después de algunos segundos de silencio, Boris habla:
Boris: Anoche tuve una pesadilla. No pude dormir mucho que digamos. En fin. Dormí, pero no mucho tiempo. No el tiempo suficiente. Durante horas antes de que amaneciera di vueltas en la cama. Sudaba. Tenía frío en los pies. El pálpito de mi corazón hacía eco en mi cuello (con el índice de la mano derecha, explícitamente señalando el lugar donde se encuentra la aorta.), justo aquí. Quizás no fueron horas, las que pasé despierto dando vueltas en la cama. Pudieron ser minutos. De los minutos que se alargan. El tiempo tiene una forma aleatoria de transcurrir. A veces parece que lo hace a propósito. Con voluntad. Mortal, su voluntad. Uno siempre va muy tarde, o muy temprano. Pocas veces existen las precisiones. Y cuando existen, es probable que sea por accidente. Mortal, el tiempo (ríe suavemente, para sí mismo, y repite “Mortal” mientras lo hace.). Hasta puede que haya dormido más de lo que creo. Insignificante, de todos modos, porque aunque hubiera sido más de lo que creo, el tiempo es mortalmente aleatorio. Y no lo pasé muy bien, mientras dormía, porque tuve una pesadilla. La parte gozosa del sueño pasó tan rápidamente que no la recuerdo. Todo lo demás fue tormentoso, y no me dejó descansar (Vuelve su cabeza hacia la silla.). Así que estoy fatigado en mis huesos viejos. (Mueve la silla con su bastón.) Sólo un poco más cansado de lo normal (Acerca la silla a su cuerpo utilizando el bastón.). Siempre estoy cansado (Se sienta.). Ya no espero reponerme del todo (Suspira.).
Boris Mier-Damián adopta una pose pensativa. Piensa durante pocos segundos. Continúa:
”No es la primera pesadilla que tengo. Llevo, de hecho, varias noches en eso. Las pesadillas, digo. Recuerdo tres. (Pausa.)Varias, tres, es lo mismo. La primera noche soñé que todos esperaban a que me muriera para burlarse de mí. En el segundo sueño estaba caminando al aire libre, y comenzaba a llover. Estaba cansado como ahora, y decidía que no tenía fuerzas para buscar refugio. Me quedaba recostado sobre el pasto, y comenzaba a inundarme lentamente. Algunos tallos brotaban de mi cuerpo. El de anoche no lo recuerdo muy bien. Me apaleaban con las patas de una silla, que ya estaba rota. En todas había una voz que me decía “Boris, muérete”. Luego yo me repetía: “Boris, muérete”. Y despertaba pensando “Boris, ¿por qué no estás muerto?” Decidí que era momento de morirme de verdad.
Vuelve a su pose pensativa. Continúa:
”No hay que mentir. Eso lo había decidido de antes. Morirme. Pero lo decidí como se decide cualquier otra cosa. Un día después de una noche sin pesadilla me desperté con ganas de morirme. Pero pude haberme despertado con ganas de orinar, o de tomar un vaso de agua. El mismo sentimiento. Sólo que no sabía cómo morirme. Después de la primera pesadilla decidí morirme sin importar cómo, pero me di cuenta de que morirse no es tan fácil como parece. Por todos lados hay alguien que lo impide. Gente. Muy ruidosos. Se necesita calma para morirse en paz. En fin. Por eso vine a un lugar vacío. Porque los vacíos son un mejor lugar para morirse. Y no pienso salir de aquí hasta haberme muerto. Pensé en la cotorra vieja. Enjaulada. No puedo decir que la quiero. Pero durante mucho tiempo no he tenido más que hacer que alimentarla. Y aventar piedritas a la jaula cada vez que hace ruido. (Ríe.) No tiene Oportunidad sin mí. Es vieja y desplumada. Nadie la querría. Tomé, pues, la decisión por los dos. Sólo que no me puedo morir con ella enfrente. Vivimos encerrados mucho tiempo. Nunca dejó que me concentrara.
”Morirse es algo que requiere concentración. Ella también va a necesitarla. No se puede morir si está concentrada en fastidiarme. Y cómo me ha fastidiado. (Silencio largo.) ¿Y ahora qué? No pensé en esto. En este momento, quiero decir. ¿Y ahora qué? (Se quita los lentes oscuros y los limpia con su camisa. Los deja en su regazo.) No pensé en esto. Debí haber previsto algo así. Nada me preparó para esto. ¿Qué? Esperar. ¿Esperar y luego qué? (Pausa.) Nada. Sólo esperar.
La luz se atenúa hasta la oscuridad. Boris baja la cabeza poco a poco. Comienza a roncar, de calmo a fuerte hasta un fin abrupto. Se escucha la grabación con el abucheo del auditorio. La luz se enciende completamente. El abucheo se detiene.
Boris: Bueno, me da igual esperar despierto. Me da igual (Se pone los lentes oscuros. Recarga su bastón en el suelo, entre sus piernas, sus manos sobre el bastón y la barbilla sobre sus manos. Pausa. La luz se atenúa nuevamente hasta oscurecerse. No bien Boris ha empezado a roncar se escucha la grabación con las risas. El escenario se ilumina. Boris despierta riendo entre dientes y canturrea:) ¡Cucaracha! ¡Cucaracha! (Pausa. Serio.) Tampoco contaba con eso. (Pausa.) ¡Cucaracha! ¡Boris Mier-Damián es una cucaracha! ¿Cómo no pensé en esto? Cantaban: ¡Boris Mier-Damián es una cucaracha!, y me arrojaban piedritas que no dolían mucho. Yo me quedaba arrinconado y ellos gritaban: ¡Cucaracha! (Ríe.) Niños pequeños. (Ríe.) Primero hacían que llorara; luego me di cuenta que tenían razón. (Seriedad abrupta) Un error im-per-do-na-ble. Recuerdos, recuerdos. Debí saber que uno nunca está solo del todo. Los remordimientos. No hay nada peor. Casi preferiría morir escuchando a la cotorra. O esperar sólo esperando. ¡Debí saber que estar solo es peligroso! Más cuando uno es viejo, inútil. Mal planteamiento. (Adopta su pose pensativa. Continúa:) El problema no es estar solo, sino la imposibilidad de estarlo. Uno se va llenando de cosas perdidas y de lamentos. De faltas, en fin.
”De verdad era una cucaracha. Tal vez sigo siendo una. Algo rastrero, en todo caso. Asqueroso. (Ríe. Luego se queda en silencio algunos segundos.) “Boris, lo arruinaste”. ¡Lo arruinaste! Y los ojos llorosos que cambiaban de cara, y la mirada de odio que nunca me afectó. ¡Boris nunca arruinó nada! Boris tuvo pocas cosas que lo hicieron feliz. Y ahora Boris no tiene nada, ¡así que déjenlo en paz!
”Ella era bonita, pero no era lo mejor que tenía. Tenía una forma de sentarse. Sentarse en una esquina de la clase, y clavar los ojos en mí. Calvar los ojos como si supiera que, detrás de las enormes gafas oscuras yo la miraba directamente. Dijo: “profesor Boris, yo lo admiro”, y yo pensé que la admiraba unos días después, cuando acariciaba su espalda y ella estaba tendida en la cama. Luego ella dijo: “Boris, lo arruinaste”, pero bien pudo haber dicho “¡Boris Mier-Damián es una cucaracha!”, que para todo efecto significaba lo mismo. ¿Dejó de admirarme? No sé. Tal vez yo la sigo admirando. Aunque es curioso que nunca haya aprendido su nombre. A veces es mejor así. (Pausa larga.)
”Ella, y luego otras. Cada tanto aparecía una mujer que parecía permanecer más adentro que las demás. Una vez fue un hombre. Pero eso es irrelevante. Hoy todos son lo mismo. Siempre suceden muy rápido, y son lentos en irse. Los amores. Nunca me gustó esa palabra. Siempre sonó demasiado en vano. O preferí otras. Palabras como cráneo o vulva. En esas palabras no cabía el error. En la cópula tampoco. Era como si yo me esparciera dentro de sus cuerpos. Poco a poco me vaciaba. Cada vez más. Boris Mier-Damián nunca fue un hombre frío. Yo lo escribía todo en viejos diarios, o en trozos de papel o servilletas que luego perdía. ¿Para qué querría alguien quedarse con todo eso? Listas y listas de fracasos. Nunca me gustaron los demás. Siempre, después de descargar dentro de un cuerpo tenía la urgencia de que me dejaran solo. Mis fracasos son míos. Y hago con ellos lo que me da la gana.
”¿Morirme recordando? Bueno, sí. No hay nada más que hacer. Es estúpido. Pero no puede ser de otro modo. Nunca me sentí bien al respecto. Pero ahora no hay nada que hacer. Nada que decir. Nada que remediar. Todo, a fin de cuentas, ya pasó. El tiempo. El tiempo. Rápido o despacio, llegó a este momento. Hoy es así. Hoy todo ese está acabando. Y no puedo hacer nada por esas lágrimas perdidas. Esos nombres. Nunca me gustó la gente. Nunca me gusté yo. Nunca me gustó descubrirme pensando en mí o en la gente. O en cómo nunca me gusté ni yo ni la gente. Siempre hubo mejores cosas que hacer que pensar en cosas que había arruinado mientras arruinaba otras. Y, sin embargo, nunca las hice. Nunca, y no me importó. ¿Por qué ahora? Ahora todo da lo mismo. Doy lo mismo que si fuera una piedra. Quiero ser una piedra. Quedarme quieto y silencioso. Un testigo muerto de todo el tiempo. Tiempo tiempo tiempo (Ríe.).
”Nada más cruel, nada más cruel. Nada más cruel que Boris Mier-Damián. O los niños que lo apedreaban, o el sueño en el que lo apaleaban. Nada más cruel que una cotorra vieja y desplumada, cantando agónica. Muere sin poder molestar a un viejo. A un viejo cruel que se compadece a sí mismo. Nada más cruel que Boris con Boris. Boris al final de una vida en la que rara vez fue feliz (Risa estridente. Que es interrumpida por una abrupta revelación:). ¡Isabel! Isabel simplemente. Nombre grotesco. Se llamaba Isabel y era poco más grande que yo cuando estudiaba en mi clase.
”Una vez. Con Isabel tendida en la cama. Una vez que Isabel estaba de espaldas a Boris, tendida en su cama. Las manos de Boris sudaban frío. Entonces me descubrí a mí mismo limpiando mis manos en las sábanas antes de tocar su espalda. Y mientras me preguntaba por qué, mi cara hacía una mueca involuntaria, y me sentía ligero. El cabello de Isabel escurría sobre sus hombros. Mis manos secas dibujaban formas sobre su espalda. Entonces pensé que podría haber sido otra cosa completamente distinta si me hubiera podido quedar a vivir en ese instante. (Pausa larga.).
”No tiene importancia, ahora. De todos modos no tiene importancia. ¿Y qué si se acabó? Como todo, algo más. ¡Boris, la cucaracha, lo arruinó todo! Una y otra, y otra. Y el tiempo sigue pasando. Una espalda que es difusa en la memoria, y un par de semanas, o tal vez meses, con Isabel, que hoy valen lo mismo que este momento. Mierda. Este momento que no se termina. El tiempo que pasa lento. Me muero muy despacio. El tiempo es cruel, en eso. El tiempo cruel hizo cruel a Boris, y Boris ya es muy viejo como para cambiar, y ahora su muerte no tiene remedio. Y sí, me duelen las cosas. Pero más vale que vaya olvidando este dolor. Porque ya no tiene remedio. Ni él ni Boris tienen remedio. Ni Boris ni su vida gris. Ni Boris ni Isabel, ni cualquiera de los innombrables. Ni remedio ni importancia, en fin. Importancia, más que remedio. No hay testigos. Nadie lo va a recordar. Boris se muere lentamente. Echado en un rincón oscuro, como buena cucaracha. Y no llueve. Y nadie lo apalea, y nadie va reír semanas después de que su cuerpo se haya descompuesto, y empiece a apestar, y ningún tallo brote de él…

Boris está despierto. Voltea hacia todos lados, esperando. Sonríe. Se quita los lentes. Cierra los ojos y recarga su cabeza suavemente sobre el respaldo de la silla. La luz se oscurece poco a poco, y va en crescendo la grabación del público que ovaciona.

TELÓN

El Hijo

Va para ti, Anita...:


Yo no soy como los otros niños porque tengo dos papás. Tengo un papá que se llama H. y otro que se llama B. Papá H. ha sido mi papá desde siempre y papá B. empezó a ser mi papá después, aunque yo no me acuerdo cuándo. Los niños de la escuela me dicen que está mal tener dos papás porque todo mundo tiene un papá y una mamá, un hombre y una mujer y no dos hombres.

Además para tener un bebé tiene que haber uno y uno porque me dijeron que el papá tiene que poner una semillita en la mamá. Pero yo tengo dos papás y me gusta tener dos porque a los dos los quiero mucho. Y nunca he tenido mamás, aunque sí me gustaría para ser como los demás niños y que ya no me puedan decir que soy raro por que tengo dos papás y ninguna mamá. Papá B. dice que no tengo que dejarme molestar por los otros niños porque no tienen razón. Dice que está bien que sean dos papás si los dos papás se quieren y quieren hacer una familia. Pero yo no estoy muy seguro porque soy el único de mi salón.

Papá B. también dice que algunas mamás no son buenas y que es mejor estar entre niños que con niñas, y por eso me metieron en una escuela de puros niños. Antes no me dejaban jugar con las niñas pero un día Rita vino a vivir a la casa de enfrente y salimos a jugar, y primero papá B. me dijo que no jugara con ella, y luego papá H. me dijo que sí podía, y le dijo a papá B.: “tú no eres su papá”, y los dos empezaron a pelearse y se gritaron, y papá H. se fue un ratote pero luego regresó y me dejaron jugar con las niñas.

Mis dos papás salen a trabajar todos los días y los sábados y domingos no trabajan. En las noches llega papá H. y está conmigo un ratito, y luego me dice que me vaya a dormir. Papá B. llega cuando yo ya me dormí, pero me despierta en la mañana para ir a la escuela, y cuando me tardo en estar listo se enoja. Pero casi nunca se enoja. Sólo cuando me porto mal y cuando jugué con Rita y cuando hago que me espere.

Papá H. es el que no se enoja y cuando me porto mal se ríe y no le dice a papá B. para que no se enoje. Y aunque llega cansado del trabajo se queda a jugar conmigo. Sólo se enojó una vez porque me pusieron un reporte en la escuela porque le puse pritt en el pelo a un niño que me molestó por tener dos papás.

Ah, y hace poquito también estaba enojado porque un día vino una señora que yo no sé quién era, pero que estuvo en la puerta de la casa gritando mucho, y también llorando mucho, y papá H. le decía que se fuera, y papá B. los veía de lejitos y decía groserías, y papá H. también dijo groserías, y luego la señora me vio y trató de meterse a la casa, y me asusté porque pensé que me quería robar. Pero papá B. la sacó de la casa y después me dijo que no me iba a robar, y papá H. también me dijo que no me iba a robar, y se rió poquito pero luego estuvo enojado mucho tiempo y fue raro porque papá H. es el que no se enoja de los dos.