-¿Qué demonios son esos nudos que tienes en la cabeza? -¿Qué sé yo? Si lo supiera, podría desatarlos y sólo tendría que lamentarme por haber perdido tantos años a causa de tonterías. Por otro lado, si me rindiera y emprendiera el camino que me ha de llevar a la locura, perrmitiendo que esos nudos acabaran apoderándose de mi vida, también se aclararía su auténtica naturaleza, aunque esa aclaración ya no tendría ninguna utilidad para mí; y tampoco habría manera de que pudiera explicar cómo sólo después de volverme loco comprendí al fin las causas de mi locura...
I Los primeros reflejos del sol desgarran la bruma que cubre el rostro de la rosa. Despertaos, alegres bebedores, y llenad las copas antes que el Destino desborde la de nuestra existencia.
XXV Me divorcié de la Fe y la Sabiduría; arrojé de mi hogar la estéril razón e hice de la hija favorita de la vid mi nueva esposa.
XLIV Y pensad tiernamente en mí; y cuando os toque el turno de beber, acordaos de aquél que fué y ya no existe.
LIII Unas gotas de vino rubí, un pedazo de pan, un libro de versos... y tú, en un lugar solitario, vale más ¡mucho más! que el imperio de un sultán.
LXXXII Con la misma indiferencia que corren las aguas por los ríos y pasa el viento del desierto, así un nuevo día se ha ido de mi existencia. Hay dos días por los cuales mi corazón jamás de ha languidecido: ese que no ha llegado aún; ese que ya pasó.
LXXXVIII Y cuando la primavera desaparezca con la última rosa, y la túnica de la juventud pierda su brillante colorido... ¿Hacia dónde volará el ruiseñor, que en la sombra alegraba con sus trinos el plácido jardín?
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